Iván Sierra Ramírez Retirado en sus “cuarteles de invierno”, en la población de Adícora, cobijo de sus últimos años, falleció esta madrugada, hace apenas un par de horas, cuando redacto esta nota, el querido colega Eduardo Emiro Isea Borjas, alejado de las distinciones, condecoraciones, reconocimientos y diplomas acartonados de esos que otorga la llamada institucionalidad. Los verdaderos reconocimientos, los recibió en los momentos de su gravedad y muerte, ofrendados por una comunidad de pescadores, gente del turismo, periodistas de la vieja guardia, jóvenes comunicadores sociales y estudiantes que vieron en él un maestro formado en los estudios de las emisoras de Falcón y en las salas de redacción de todos o casi todos de los diarios, semanarios y ocasionarios que circulan o circularon en la segunda mitad del siglo veinte. Toda esta gente, así como lo mas genuino de la comunidad regional plena las instalaciones funerarias, para darle su postrer adiós, en medio de alabanzas, loas, canciones y toda demostración de amor, de cariño filial y fraterno.
El recuerdo permanente para este viejo roble del periodismo regional entregado a los más nobles principios del servicio comunitario y del desarrollo de los pueblos de Paraguaná y Falcón, a través de la Corresponsalía del Diario El Nacional, Diario Médano, Diario La Mañana, Diario La Prensa, Diario El Falconiano y las emisoras Mundial Caribe, Radio Coro, Ondas de Los Médanos, Radio Punto Fijo, Visión Falcón y La Sierra FM (disculpen los que en este momento se me olvidan). Aquí están sus hijos, sus nietos, sus bisnietos, sus hermanos y otros parientes e hijos. Aquí están en solidaria presencia las comunidades campesinas y de pescadores de Paraguaná de su Paraguaná dónde comenzó con un pequeño hato de Chivos Tobajía, en el sitio conocido como El Punto y culminó rodeado del cariño de los adicorenses y la compañía solidaria de Eunice, quien compartió con él las tres ultimas décadas de la productiva existencia en una profesión que si bien genera satisfacciones, es traicionera a la hora del reparto de los dividendos y del reconocimiento posterior por parte de quienes en la persecución y logro del poder, la utilizan olvidándose después de quienes le sirven de escaños a través de los medios de comunicación.
La vida de Eduardo Emiro, no ha transitado en vano. Su muerte nos une a todos, en un vínculo de tristeza, congoja y solidaridad. Su desaparición fíca, nos demuestra cuán humano somos y cuanto nos afecta el dolor y la angustia. Su carácter fuerte, su pluma irreverente, crítica y defensora de los genuinos intereses colectivos; su preocupación constante y su regaño oportuno, tienen su efecto positivo en cada uno de nosotros.
Su muerte se sucede el 14 de octubre, horas después de haber visto y oído desde su lecho de enfermo, en la solariega casa de Adícora, uno de los acontecimientos periodísticos, noticiosos y que sacudió la opinión pública mundial, como lo fue el rescate de los 33 mineros chilenos, atrapados durante dos meses, a casi un kilometro de profundidad de la tierra de ese país hermano. Tomemos este hecho noticioso, para recordar a este roble del periodismo regional, que hubiera dado todo por cubrir o registrar narrar las vicisitudes de este hecho noticioso de importancia mundial. Así nos lo vaticinó hace más de un año, en amena conversación convertida en crónica y publicada en los medios regionales.
Eduardo Emiro, “Supermán”, como te apodábamos por tu fortaleza física y mental, en defensa de los, más desposeídos, quienes realmente te apreciamos y quienes te adversaron por cualquier circunstancia de la vida, reconocimos en ti tu esfuerzo, dedicación y entrega. Tu siembra no cayó en tierra infértil. Ahí están tus hijos también comunicadores sociales, dedicados a las mejores causas: Esperanza, Carmen Teresa, Eduardo Emiro, Juan Eduardo Isea Hurtado; Eduardo Emiro y Anaise Isea, esta u´ltima la única que aún no se ha integrado a la comunicación social y para quienes no nos resta otra frase que resignación cristiana, extensiva a sus otros hijos, Eduardo Emiro…
… Paz a sus Restos
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